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Septiembre

Y sucedió que miles de manos lo habían matado en Septiembre.
Todos sabemos cómo se mata un ser humano. Es harto fácil en realidad; mueren de frío y de tristeza. Mueren quemados, asfixiados, ahogados, desangrados, cercenados. Mueren por error, por disfunción, por casualidad, por exceso, por defecto. Mueren por siempre.
Lo difícil de veras es encerrarlos en un cuerpo. O lo era hasta hacía un tiempo.
Algunos recordaban épocas difíciles, en que los humanos, de algún modo, habían encontrado la manera de concentrar a Qô en una entidad no-corporal, y hubo que inventar nuevos métodos para ubicarlos y tratar de matarlos otra vez. Porque, claro, cuando escondían a Qô fuera del cuerpo, era imposible terminar con él.
Lo extraño del asunto era que, cuando ya parecía evidente que nada más se podía hacer y que los humanos habían vencido, sus defensas comenzaron a flaquear. Volvieron a aparecer; se dejaban morir así nomás.
Comprendieron entonces que estos seres no habían encontrado el modo de salvar a Qô por haber conocido –o adivinado- la verdad sobre su existencia, sino que una conjunción de grandes ideas para lograr otras cosas, terminó por convertirse en aquel maravilloso fenómeno. Era evidente que esa raza había escondido desde su génesis una capacidad insospechada, que a menudo se representaba de modos distintos. Su Qô, que originalmente habían creído coincidente con el cuerpo, se escurría, se escondía en distintos sitios, salvando así de la muerte una parte de la existencia. Algunos incluso perfeccionaron esta técnica hasta hacer de lo físico un fenómeno insustancial.
Pero (las miles de manos no podían precisar por qué) su resistencia comenzó a flaquear.
Los primeros casos fueron aislados; mas pronto el fenómeno comenzó a extenderse a velocidad creciente, como si se contagiara. Observaciones más precisas dieron cuenta, sin embargo, de cambios bruscos en el posicionamiento de Qô: ante experiencias inusualmente intensas, cambiaba del cuerpo al escondite, o viceversa.
Los humanos nunca habían tenido un comportamiento homogéneo por excelencia, pero estos cambios tan radicales tomaron por sorpresa a todos. A medida que avanzaba el tiempo, los resultados iban ramificándose más cada vez, haciendo casi imposible catalogar la posición de Qô por grupos: era impredecible.
Sin embargo, había niveles en que se concentraban resultados ciertamente positivos. No podían precisar por qué, pero las vidas que se desarrollaban en estos niveles se limitaban a permanecer en los cuerpos. Las excepciones eran escasas.
En uno de estos niveles (llamado Septiembre), enviaron a Qô(m) a morir. Lo mataron.


Todos sabemos cómo se mata un ser humano. La parte difícil es encerrarlo en un cuerpo; lo demás se hace solo. A la existencia última enviaron al todavía joven Qô(m), al destinarle un Cuerpo Septiembre.
Miles de manos lo habían enviado allí. Era un cachorro aún, de modo que no fue difícil atraparlo; pero su impulso de energía era tan intenso, que hubieron de inflingirle algunas marcas antes de encerrarlo. Esto representó un problema, pues resultó de ello un cuerpo con tenues traumas surgidos de un más-allá que no podía brotar en un nombre. No en Septiembre, al menos.
Todos entendemos que vulnerar un ente activa sus defensas. Por esto mismo, el individuo en cuestión creció con una dicotomía de naturalezas: por un lado, su cuerpo Septiembre cuya única posibilidad era morir. Por el otro, Qô con natural tendencia a huir, a trasladarse hasta el Escondite, aquel lugar donde las miles de manos no podrían alcanzarlo. Y hay que ver cómo se enojaron; pues aunque eran eternas, el trato con humanos las habían hecho aprender la impaciencia (aunque esto jamás lo aceptaron). Ellos mismos le habían dado la posibilidad de escaparse.


Qô(m)Septiembre era un tipo raro. Allí, en su hábitat primaveral, no crecían esperanzas; sólo flores. La gente no creía que estuviese bien tener miedo, ni comer con Amor, ni todas esas cosas que hacen que un cuerpo aprenda a esconder a Qô. Por eso era muy difícil comprender para todos de dónde sacaba él esas ideas de saltar del techo o mirar la luna.
Ciertamente, él tampoco comprendía. Pero eran los únicos modos de huir de aquella angustia latente que se escondía en sus sueños más oscuros. De cachorro quiso aprender a luchar, sin poder explicar de quién quería protegerse. Otras veces más, se hartó de aquellas cosas extrañas que lo inquietaban, y quiso volverse de piedra, esperar simplemente el momento de morir.
Y las manos, mientras tanto, lo miraban fijamente desde la penumbra. Observaban erizados de desazón cómo Qô se escondía y se revelaba, como luchaba contra su propio cuerpo. SeptiembreQô(m) era ahora su objetivo, y no querían ocuparse de nada más. Sólo verlo agonizar era fascinante.
Empezaron a preocuparse, eso sí, cuando el joven espécimen comenzó a desequilibrar algunos otros individuos análogos. Eran otoños, conflictivos también, pero la victoria estaba casi asegurada en ellos, pues hacía ya un tiempo que Qô se había apegado a sus cuerpos.
Y SeptiembreQô(m) sembró palabras que hicieron temblar sus corazones. Las miles de manos no podían ver; no sabían lo que era un semblante humano. Por eso no entendían cómo el Anhelo del Escondite podía ser transmitido sin nombrarlo.
Las miles de manos (seamos francos) no entendían nada.

Pero al final, las batallas son ganadas por Aquel que Espera. Y Qô(m) había olvidado esperar, había olvidado la paz, mientras lloraba escindido en dos realidades que no comprendía.
Miles de manos lo habían matado en Septiembre. Yo puedo estirar la historia, decir que no sé el final. Diré, al menos, que uno de los otoños puede salvarse todavía. Pero todos podemos ver hacia dónde va esto: otra decepcionante victoria de Ellas, y un triste final que no tengo ganas de contar.
Qô(m) murió. Estaba muerto hacía mucho: desde Septiembre, su primer Septiembre.


(terminado en 15/9)
Tinta negra.

3 comentarios:

Al final escribiste Septiembre... Es muy hermoso... Pero es trampa... La condición humana siempre me puede(insertar sonrisa).

10:49 AM  

Qué triste

11:52 AM  

No entiendo... qué cosa es trampa?
En cualquier caso, no será mi culpa¬¬

5:38 AM  

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