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y saltó de la cama aunque fuera de madrugada aunque sus pies hicieran demasiado ruido aunque los músculos gritaran de bronca.
Aunque la casa tuviera las luces tan apagadas.
Saltó de la cama hacia el espacio demasiado vacío del resto del mundo, el camino hacia la casa de Lany que empezaba en las baldosas frías del dormitorio y terminó, esta vez solamente, en el parquet del comedor de ella.
¡Dios, qué susto! ¿Cómo entraste?
No sé, entré. Tenía que hablarte.
¿Cómo entraste? ¿Estaba abierto?
Necesito decirte algo. Mientras dormía, el pelo de Marián tocó mis manos. Me desperté por eso. Necesitaba decírtelo. Necesitaba contarle a alguien. A alguien despierto.
Lany suspiró y fue a hacer café. Aunque fuera de madrugada, aunque tuviera frío, aunque todavía los diálogos de lo que había estado soñando no pararan de hablar.
El pelo de Marián tocó mis dedos ¿entendés? ¿vos te acordás de cómo era? Yo no. Yo no me acordaba, y eso prueba que no lo inventé.
Lany lo miró a través de los lentes y se preocupó un poco.
¿Vos te acordás de cómo era su pelo en tus dedos?
No, no me acuerdo.
¿Ves? Está viva. No puedo creerlo. No sé qué voy a hace ahora que está viva.
Ella sabía que no tenía que decirlo, pero igual...
Franco, lo soñaste. Estabas durmiendo.
¡Pero lo sentí! ¡Lo sentí, lo sentí, me desperté por el tacto! ¡reconocí una sensación perdida, eso no es soñar! ¡Es mucho más que soñar!
Decime ¿vos pensás que Marián se metió en tu casa del mismo modo misterioso en que vos te metiste en la mía, tocó tus dedos con su pelo y se esfumó?
No sé. Lany, Lany... nada más sé lo que sentí. El pelo de una mujer viva, de una Marián hoy, de un cuerpo caliente y hoy y con ayeres y todo. No sé. No sé...
Lloraba.

Salir de la casa de Lany siempre era un acto de pura estupidez, aunque ella no parara de mirarlo con pena, aunque las reglas de la madrugada no le permitieran gritar, aunque el café siempre estuviera un poco frío. Irse de allí era una tontería. Afuera, entre los infinitos caminos que se trenzaban con la noche, no había nadie más. Nadie despierto.
Pero los pies seguían alejándolo del abrazo de Lany, escalando baldosas de color de noche, hacia ninguna parte. Le pareció que lo llevaban hacia la casa de Pablo, pero no estaba seguro. Estaba oscuro y Pablo se había ido hacía ya bastante tiempo.
Siguió caminando igual, pero era lo mismo porque él no se llevaba. Seguía en su habitación mirándose las manos vacías, no entendiendo, queriendo llorar porque Marián no estaba ahí y su recuerdo le quemaba como brasa en las manos y el pecho, en los oídos y los labios, en las piernas, en el cuello, en toda la superficie de los ojos. Seguía en su habitación, hasta que de pronto sus pies lo habían llevado a la puerta de la casa de Pablo.
Cuando la mujer asomó por la ventana, sosteniendo la bata con las manos, él no recordaba si había tocado el timbre o la puerta o nada. Ésta se abrió segundos después y ella lo hizo pasar sin hacer preguntas. De hecho, no habló hasta que Franco no tuvo una taza de té caliente en las manos y los ojos acostumbrados a la luz naranja de la lámpara. Y lo que dijo ni siquiera fue una pregunta.
Pablo se fue. Hace casi tres meses me dijo que había conseguido trabajo en Córdoba y que ya había sacado los pasajes. Y que no lo llamara hasta que no llamara él.
Franco necesitaba que ella dejara de decirlo. Necesitaba hablar de verdad, para no volver a la habitación y la brasa y los cabellos de Marián. Sabía que una mujer que suspira a la madrugada no debe ser ignorada, pero no quería irse. Quería hablar. Y quedarse donde sus pies.
Esta noche pasó algo. Marián está viva. Lo sé porque me despertó el roce de su pelo en mi mano.
No había venido a preguntar si sabía algo de ella. Tampoco estaba buscando a Pablo. La mujer entendió sin que él se lo dijera, ella necesitaba lo mismo.
La ausencia se hace honda a medida que vas quitándole esperanzas.
Y nada más hizo falta decir. Y otra vez sus pies se hallaron en la vereda fría que se tenzaba en caminos. Y otra vez sus manos se despertaron con el tacto de Marián. Marián tibia, perfumada, viva, y distinta.
Esta vez sus pasos persiguieron la luz. A medida que iba acercándose al centro, la vida nocturna de la ciudad lo iba picando. Las luces de la calle, el ruido de una moto, el ladrido de algún perro callejero, como bichitos iban comiéndose la habitación y dejándolo de nuevo en la calle, sobre sus pies que caminaban sin rumbo.
Hasta que el sonido estridente del celular lo obligó a preparar la voz para que no se oyera quebrada cuando dijera
Mamá.
¿Dónde estás? Me asusté... me levanté al baño y entré a tu pieza para ver si estaba todo bien, pero no estabas. No estabas en ningún lugar de la casa. Tu papá está preocupado... ¿dónde...? ¿Cómo te vas a ir así, sin avisar? ¿Dónde estás?
Mamá, estoy... no sé, en una plaza, en la plaza. Mamá... pasó algo
No podía evitar que su voz volviera a las profundidades de la ausencia, aunque ya hubieran pasado horas, aunque otra vez el recuerdo del tacto de Marián se disolviera, aunque sintiera a su madre contener la respiración al otro lado de la línea.
Anoche sentí algo. Me desperté, sentí el pelo de Marián sobre mis dedos...
¿Soñaste con ella?
¡No, no soñé! Lo sentí de verdad. Estuvo ahí, sobre mis dedos, el pelo de ella. Me acordé de cómo era eso, me...
Mi amor... ¿te fuiste por eso? Por favor volvé, hablamos acá en casa.
No puedo, Ma... esto significa que Marián sigue viva, no puedo quedarme en casa, necesito hablar, pensar... necesito entender...
Pero Franco, mi vida... Marián no se murió, vos sabés.
El tono de ella hasta le dio un poco de miedo.

Sobre las casas se alcanzaba a ver el celeste del día, y Franco se había sentado al pie de la estatua de San Martín. Esperaba. Aunque las esperanzas sólo hubiesen hendido la ausencia que había en él. Aunque Lany y su mamá y otra mujer increíble creyeran que tenía que irse a casa y dormir. Aunque las brasas del dormitorio lo quemaban cuando cerraba los ojos, y el frío de la ciudad lo empañaba cuando los abría. Aunque no sabía qué estaba esperando, esperaba. A Marián, tal vez.
Lloraba.

4 comentarios:

No puedo no sentir empatía cuando hasta se llama como yo. Ya te dije cuál era el pedazo que más me gustó de todo.

Lloraría.

8:58 PM  

This comment has been removed by the author.

1:54 PM  

eu, re lindo.

...

¿la lany esta es la misma que la del cuento anterior...?

1:55 PM  

Hola compañera de... no sé, te siento compañera de algo, jajaja! de blog, supongo... en fin. Aunque me cuesta leer todo de una, te digo que cada cosa la disfruto y me hace sentir deseos de caminar en mi sueño... hasta llegar algún día. Espero que sigas viendo este blog y me contestes. Besotes

4:15 PM  

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